La
vida es un continuo cambio. El problema fundamental de la vejez, no es
envejecer, es verse envejecer. El viejo es diferente del joven que fue,
pero no deja de ser el mismo hombre. Hay que
prepararse,
aceptar la condición humana, comprender su verdadera realidad.
Cuando
se avanza en edad aparecen los signos del envejecimiento, proceso en
el que estamos inmersos desde que nacemos y donde cobra importancia los
cambios físicos, las enfermedades y actitudes sociales, lo que puede
influir negativamente en el concepto que se tiene de sí mismo.
Hoy
impera en nuestra sociedad el paradigma del cuerpo joven y se excluye todo
lo que pueda recordar el paso de los años. Sin embargo para envejecer
saludablemente, no hay que cuidar solo el cuerpo sino que entran en juego
otros muchos factores. Uno de ellos, la autoestima, es decir, lo que cada
uno piensa y siente sobre sí mismo, su valía personal, sus propias
capacidades, resaltando lo inútil que es vivir pendiente de la impresión
que los demás se formen de nosotros. Es la base para responder de manera
activa a las circunstancias ante las que la vida nos coloca. Quien
se siente a gusto consigo mismo puede desarrollar todo su potencial y
superar de forma responsable y con eficacia los retos que se le planteen.
Una
autoestima baja dirige a la persona mayor a la
derrota,
el fracaso y el pesimismo. Por el contrario hay quienes están en plena
forma,
totalmente capaces, llenos de iniciativas y planes de trabajo y aunque
ven
disminuidas algunas de sus potencialidades físicas, su mente siga lùcida y
disfrutan
de la vida. Se ha de reconocer que todas las personas mayores, aunque
diferentes,
son valiosas, tienen cualidades y capacidades: tolerancia, buen
humor,
sentido de solidaridad, habilidad para las actividades manuales, para
orientar
a los demás en las labores que realizan y también para enseñar lo que
han
aprendido en todos sus años de experiencia a través del estudio y trabajo.
Lo
importante es saber descubrir en lo que somos buenos y utilizar estos para
sentirnos
bien con nosotros mismos.
Hemos
de aprender a reconocer y manejar nuestros
estados
de ánimo. Podemos estar alegres, tristes, deprimidos o molestos pero si
notamos
que estas emociones se están volviendo negativas para nosotros mismos,
debemos
buscar algunas alternativas para enfrentarlas. Meditar, evitando que
pensamientos
negativos interfieran en nuestra conducta; utilizar el recurso
musical,
tocando algún instrumento, cantando, bailando o simplemente escuchando
música;
leer, ya que la lectura es útil no solo como un medio de relajación
sino
también para mantenernos informados y ejercitar la mente; realizar
actividades
manuales como por ejemplo la pintura, el modelado de cerámica, el
tejido,
la costura, la jardinería, la crianza de animales menores; aprender
cosas
nuevas lo que supone un ejercicio intelectual muy beneficioso para
mantener
nuestras capacidades funcionales; participar en grupos de la
comunidad,
por ejemplo, voluntariado; cuidar el aspecto personal; hacer
ejercicios,
como algún deporte, caminar, correr; poner en práctica valores
personales,
el amor, el respeto, solidaridad, comprensión; controlar la salud,
asistiendo
periódicamente a controles médicos- Terminamos con algunos consejos
para
mejorar la autoestima en las personas mayores.
“Potencie
su autonomía, no admitiendo más
ayuda
de la que necesite; acepte sus limitaciones, con metas realistas que
puedan
lograrse; prémiese con sus éxitos, sintiéndose realizado; siga tomando
las
decisiones que le afectan; ¡salga de casa! no se encierre en sí mismo, ¡hay
todo
un mundo ahí fuera¡; continúe siendo útil con pequeñas y sencillas tareas
domésticas
y preocúpese por la vida de su entorno; tenga intimidad, ya que es
importante
seguir teniendo un espacio propio”. La autoestima es parte de nuestra
vida.
Si la alimentamos diariamente a través de diversas actividades y
actitudes
lograremos un envejecimiento satisfactorio. Actuar positivamente, se
convertirá
en costumbre y mejorará la imagen.
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