5. Calidad de vida
En Salud para desarrollar nuestro trabajo, de psicólogo, es
necesario elaborar modelos alternativos de formación profesional. Así lo exige,
una estrategia de Atención Primaria de la Salud (APS), por ejemplo, que define
la salud como un derecho básico, donde el Estado tiene el deber de garantizar
el acceso equitativo a los servicios de salud, es visto como un proceso ligado
a las condiciones de vida de la población, teniendo como unidad de análisis el
grupo social, la familia, e incorpora la interdisciplina para dar cuenta de esa
complejidad. Un concepto de salud que incluye, participación de la población,
el énfasis en la promoción y la prevención, el trabajo bajo programas, cierta
autonomía en la planificación, y la articulación entre los distintos niveles de
atención.
De otro lado, tenemos la necesidad de dar cuenta de la dimensión
social y cultural del proceso de salud-enfermedad-atención, e incorporar, en
nuestra práctica, el concepto de calidad de vida., definida como la calidad de
las condiciones de vida de una persona (a), como la satisfacción experimentada
por la persona con dichas condiciones vitales (b), como la combinación de
componentes objetivos y subjetivos, es decir, Calidad de Vida definida como la
calidad de las condiciones de vida de una persona junto a la satisfacción que
ésta experimenta (c) y, por último, como la combinación de las condiciones de
vida y la satisfacción personal ponderadas por la escala de valores,
aspiraciones y expectativas personales (d). El concepto está emergiendo como un
principio organizador que puede ser aplicable para la mejora de una sociedad
como la nuestra, sometida a transformaciones sociales, políticas, tecnológicas
y económicas. No obstante, la verdadera utilidad del concepto se percibe sobre
todo en los servicios humanos, inmersos en una "Quality revolution"
que propugna la planificación centrada en la persona y la adopción de un modelo
de apoyos y de técnicas de mejora de la calidad.
Grau (1998), nos refiere que si la CV es una valoración
subjetiva, no puede prescindirse entonces de la valoración del sujeto; cada uno
debe ser considerado la persona más capaz de sopesar satisfacciones e
insatisfacciones con su vida. El papel de los factores psicológicos que
condicionan el grado de satisfacción o bienestar es determinante para el
proceso de evaluación. Así, desde el campo de la Psicología, la CV se convierte
en un concepto básicamente referido al tipo de respuesta individual y social
ante el conjunto de situaciones de la vida; se centra en la percepción de ese
bienestar, en el análisis de los procesos que conducen a esa satisfacción y en
los elementos integrantes de la misma, al incorporar la dimensión subjetiva hay
que subrayar el papel que tiene la satisfacción y su medición a través de
juicios cognitivos y reacciones afectivas (Diener, 1984). Sin embargo, existen
opiniones divergentes en relación a la satisfacción (Reimel, Muñoz, 1990),
asociándola a factores intrínsecos (reconocimiento, progreso, autorrealización)
y extrínsecos (status, salarios, seguridad), o conceptualizándola en términos
de una actitud. Esto ha permitido examinarla bajo el prisma de diferentes
modelos teóricos recientes: el modelo de medición perceptual de Rice y sus
cols, los modelos basados en la teoría social-cognitiva de Bandura y Jeller, la
teoría de la acción razonada de Fishbein y Ajzen, la teoría de la ecología del
desarrollo de Bronfenbrenner, y otras propuestas. Este es aún un camino
incipiente que habrá de desarrollarse en los próximos años y puede servir de
sustrato al enfoque psicológico en la conceptualización de la CV y su
evaluación.
La sociedad peruana es estamentaria. Se construye como una
pirámide donde se montan los que tienen mayor poder sobre los que tienen menos
poder, y en la cúspide se asientan los blancos, varones, heterosexuales,
saludables y con dinero. Ésta es una tara del siglo XVIII según unos y del
siglo XVI según otros. Los estamentos se consolidan sobre la base de ingresos
económicos, pero, además, de simbología social. Quijano (1980, citado por
Ugarteche, 1998) planteó el problema de la dominación cultural en el Perú.
Heller (1988, citado por Ugarteche, 1998) sugiere que las sociedades
premodernas son jerarquizadas. Pero añade que en este tipo de sociedad pensar
en la igualdad es imposible porque nadie se puede imaginar estar en la posición
del otro. Quizá por eso es que el «trepar» tiene las características especiales
que se encuentran en el Perú. En las clases altas ha surgido un fenómeno nuevo:
el hablar de los «caras de huaco» o de los «indígenas» con referencia a lo
traicionero y de mal olor. Ésta es la expresión del Poder que se esconde detrás
de la fachada según la cual en el Perú no hay racismo. El «cholear» se ha
proletarizado y la discriminación se ha sofisticado. De allí comienza el
sistema de discriminaciones hasta el piso de los excluidos, o dominados
excluidos para ser aún más exactos. El dominado excluido no tiene derecho a
nada y provoca la discriminación absoluta del resto de la sociedad. Los
prejuicios se materializan mediante acciones reales sobre personas reales,
quizá sin tomar en cuenta que por el mero hecho de ser seres humanos tienen el
derecho a ser respetados, aunque estas personas tengan vidas que pueden valer
cero en términos de productividad marginal. El otro lado de esta cultura es no
expresar la realidad.
El nuevo Perú que emerge, con sus fragmentos, trae consigo la
realidad de la dispersión en beneficio de la globalización. El proceso de
desindustrialización, la reprimarización de las exportaciones, la autogeneración
de empleo, la juventud de la nueva población, las consecuencias de las
migraciones de la sierra a la costa y la selva de décadas anteriores, las
consecuencias de la guerra interna de 1981 a 1992, la nueva y fuerte presencia
de mujeres en la fuerza de trabajo, la reaparición de epidemias son parte de lo
nuevo.
Gerschenkron (1952, citado por Ugarteche, 1998) discute que lo que
le da un sentido de valor a una persona está relacionado con el nivel de
ingresos que esta persona recibe, porque es mediante sus ingresos que la
persona siente el valor que él o ella tiene en la sociedad. Desde ese punto de
vista, el sentido de autoestima y los derechos ciudadanos están relacionados
con los ingresos. ¿Qué pasa cuando los niveles de ingreso son bajos? La persona
se considera poca cosa. ¿Qué pasa cuando la persona no tiene empleo? La persona
es excluida, no pertenece a una red social, pierde sus derechos.
¿Qué ocurre en lo económico cuando una persona tiene empleo y no
le alcanzan sus ingresos para vivir? Trabajan los niños y niñas para
complementar el ingreso familiar y entonces comienza un tema espinoso que
afecta la moral de la nación. El punto de partida es que el trabajo infantil
creció como resultado de la depresión expresada como perdida del empleo, ingresos
y nuevas inversiones en los países latinoamericanos.
Se puede afirmar con toda certeza que la depresión económica
peruana, inscrita en la depresión económica latinoamericana, empobreció a todo
el país con las excepciones notables de algunos pequeños sectores cuyos
ingresos provenían de utilidades. Se extrapolaron los niveles de vida. Con la
recuperación, lo que se observa (aunque no hay datos aún que permitan
sustentarlo) es que alrededor del 10% de la población se ve beneficiada
preferentemente. Es aquella sujeto de crédito. Se podría decir que son dos
millones de personas naturales las que se benefician del crédito de forma
directa e indirecta, y éstas representan el área de beneficio preferencial de
la recuperación económica. El resto quedó excluido del crédito y de los
beneficios de la recuperación, del empleo y de las mejoras de la salud. Los
observan desde el margen.
En este contexto, ¿qué pasa con los adultos mayores?
El envejecimiento de la población es considerado tanto un signo
como un resultado del desarrollo económico y social de un país. En este
sentido, la O.N.U. pronostica para el año 2050 que en las regiones
desarrolladas habrá más del doble de personas mayores de sesenta años que
menores de quince; mientras que en las menos desarrolladas el porcentaje
poblacional de los primeros se incrementará de un ocho a un veintiuno durante
el período comprendido entre 1998 y 2050. En conjunto, la proporción de
personas mayores en el mundo pasará de un diez a un veintidós por ciento en el
transcurso de dicho período.
Uno de los indicadores más utilizados en el análisis de las
tendencias demográficas de un país es el índice de envejecimiento que resulta
de dividir el número de personas con 60 ó más años entre los que no alcanzan la
edad de 15. Valores por encima de 0,5 corresponden a poblaciones en proceso de
envejecimiento, y si son superiores a 0,6 permiten aplicarle el calificativo de
envejecida. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática
(INEI) , la población peruana proyectada a fecha treinta de junio de 1999
asciende a 25.232.000 personas. De ellas, el 33,9% tiene menos de quince años,
mientras que el 7,1% cuenta con sesenta o más años. La evolución del índice de
envejecimiento en este país muestra la tendencia propia de aquellos países que
se encuentran en un proceso de transición demográfica. En este sentido, en 1950
eran 13,7 las personas mayores de sesenta años por cada cien niños de entre
cero y catorce años. Este índice ha pasado a ser de 18,7 en 1995, y se estima
que en el año 2025 supere la barrera del medio punto, situándose según los
pronósticos en 0,534.
Para el año 2002 la población estimada a nivel nacional es de 26
millones 749 mil personas, de las cuales el 33.8% tiene menos de 15 años, el
60% está entre 15 y 59 años, mientras que el 7.2 % cuenta con 60 y más años .
Proyecciones oficiales estiman que para el año 2020 esta proporción de adultos
mayores subirá al 11% de la población y a 12.6% el año 2025. En cifras
absolutas, las personas de 60 años y más subirán de 1 millón 848 mil en el año
2000 a 3 613 mil en el año 2020 y, a 4 millones 470 mil en el año 2025.
En torno a los cambios biológicos ocurridos al envejecer, se
configuró el llamado modelo médico tradicional que conceptualizó a la vejez en
términos de déficits y de involución acentuando la percepción de la vejez como
un proceso degenerativo. El proceso de envejecimiento constituye un fenómeno
universal que afecta a todos los seres vivos. El envejecer no significa
necesariamente que la persona se deslice inevitablemente hacia la invalidez,
soledad y a un deterioro físico y mental.
Respecto a la vejez se han desarrollado una variedad de mitos. El
primero se refiere a la expectativa de que ser viejo significa estar enfermo
(Verbrugge, 1984). Al respecto, una encuesta realizada en 1994 encontró que
entre las personas de 65 y 74 años, 89% no presenta invalidez alguna. Para las
personas entre 75 y 84 años, esta cifra fue del 73% y entre aquellos sobre 85
años, fue del 40% (Rowe y Khan, 1998).
Un aspecto adicional es la concepción que se asume respecto a la
salud - enfermedad. La "biomedicina", pone particular en la
observación de la salud humana, centrando el diagnóstico y tratamiento de la
enfermedad en los aspectos fisiológicos y patofisiológicos del cuerpo humano.
El reduccionismo de la salud y la enfermedad a los aspectos corporales de la
experiencia humana es coherente con la moderna separación entre cuerpo y alma,
siendo sólo el primero ámbito de acción e intervención para las ciencia médicas
racionales. Desde este paradigma, que considera el cuerpo como una máquina que
funciona fisiológicamente según patrones constantes y cuantificables, y a la
enfermedad como una alteración física de este funcionamiento, lo que corresponde
para mantener la salud es conocer dicha fisiología, conocer sus alteraciones e
intervenir para restablecer el normal funcionamiento del cuerpo. En
consecuencia, otros aspectos de la experiencia humana, sociales, culturales,
ecológicos, emocionales o afectivos, nada tiene que ver con la salud ni la
enfermedad del sujeto. Este acercamiento reduccionista del bienestar y la salud
a su expresión corporal y fisiológica se manifiesta también en la fuerte
tendencia a la medicalización de una serie de procesos humanos altamente
complejos, tales como el embarazo y parto, la obesidad, el stress, sexualidad o
las adicciones, el envejecimiento, experiencias que son marcadas de
terminologías patológicas y tratamientos centrados en la corporalidad de estos
procesos.
El segundo mito se refiere a que existen límites en la capacidad
de aprendizaje. Una serie de habilidades como el procesamiento, el aprendizaje
y la recuperación de nueva información, la solución de problemas y la rapidez
de respuesta, parecen sufrir un enlentecimiento en la vejez con respecto a
etapas previas de la vida. Birren, Woods y Williams (1980) proponen la
hipótesis de un enlentecimiento cognitivo generalizado del SNC. Sin embargo,
las personas mayores pueden mejorar sus habilidades cognitivas mediante
procedimientos conductuales (por ej., retroalimentación y reforzamiento
positivo para la identificación de las claves relevantes a la memorización); en
particular, el aprendizaje, la recuperación de información y la habilidad para
resolver problemas.
Al menos tres factores han sido identificados como predictores de
un menor decremento en las habilidades cognitivas, a medida en que envejecemos.
El primer y mejor predictor es el nivel educacional. El segundo es la capacidad
pulmonar, estrictamente relacionada con la actividad física regular y que
probablemente permite una mejor circulación y oxigenación de la sangre que
llega al cerebro. El tercer predictor es el nivel de autoeficacia, es decir, la
creencia en la habilidad personal de ser capaz de influir en lo que nos ocurre
a diario (Albert, 1995; Greider, 1996).
Una tercera creencia o mito implica que el envejecimiento conlleva
necesariamente un deterioro continuo y progresivo. Sin embargo, gran parte de
las funciones perdidas pueden recuperarse y en algunas instancias lograr
niveles superiores a los previos.
Una cuarta creencia señala que la genética es el factor
determinante en el cómo envejecemos. Sin embargo, se estima que sólo el 30% del
envejecimiento físico puede ser atribuido a factores genéticos, aún más, se
cree que a medida que envejecemos la importancia de la genética es cada vez
menor. La forma en que vivimos (estilos de vida) y dónde vivimos (ambiente) son
los factores más importantes en determinar los cambios relacionados con el
corazón, el sistema inmunológico, los pulmones, los huesos, el cerebro y los
riñones.
El quinto mito se refiere a dificultades en la respuesta sexual.
Al respecto, se constata una gran variabilidad individual. Considerándose que,
aquellos individuos que han sido sexualmente activos toda su vida es probable
que continúen siéndolo durante su vejez. También parece necesario señalar que
es muy probable que el repertorio sexual se amplíe a medida que envejecemos. Es
decir, los viejos practican una gama más amplia de comportamientos sexuales, en
donde el acariciarse, abrazarse y sentirse amado son más importantes que la
penetración y el alcanzar el orgasmo ( Segraves y Segraves, 1995).
Un sexto mito se relaciona con la creencia de que los viejos son
una carga para los otros grupos etáreos y que no participan en actividades
productivas. Lo cierto es que, una buena parte de los adultos viejos están
preparados y dispuestos a trabajar, o trabajan; lo que ocurre es que en el
mercado laboral son discriminados, cuando se trata de contrataciones o
ascensos.
De otro lado, el retiro como negación del derecho al trabajo. La
retirada de los sistemas de producción se traduce en un cambio radical en el
estilo de vida de estas personas, a una disminución considerable de su poder
adquisitivo se le añade la pérdida de los ambientes sociales en los que
habitualmente se desenvolvía la persona, la disminución de funciones y roles
sociales, la obligada reestructuración de su tiempo, etc.
No obstante, debemos prestar atención a los procesos que
normalmente están asociados al envejecimiento, y que nos indican cuáles son los
problemas que se presentan hoy en día:
a.
Por una parte, la incomprensión y la falta de adaptabilidad a
situaciones nuevas que colocan a las personas mayores en una situación de
inferioridad en un mundo rápidamente cambiante.
b.
Por otra, el declive psicofísico asociado al envejecimiento
conlleva necesidades de atención psicosocial, sanitarias y económicas cada vez
mayores.
En los países desarrollados se considera que cerca del 25 por 100
de la población geriátrica sufre una afección psíquica (Sheperd y Clare, 1981),
siendo la depresión la más frecuente, con un índice de morbilidad que oscila
entre el 13 y el 20 por 100. En Lima Metropolitana y Callao, la prevalencia
actual del episodio depresivo, alcanza la cifra de 9.8. El 27.8 % alguna vez en
su vida ha presentado deseos suicidas; el 2.5% ha intentado suicidarse alguna
vez y un 0.3% lo habría realizado en el último año.
El desarrollo a escala humana incorpora a los viejos junto con
otros miembros de la sociedad en la definición y construcción de su futuro.
Este tipo de desarrollo supone una democracia directa y
participativa, significa llevar adelante el concepto de ciudadanía, entendido
como: …" la competencia histórica para decidir y concretar la oportunidad
del desarrollo humano sostenible, indica la capacidad para comprender
críticamente la realidad y sobre la base de esta conciencia crítica elaborada,
de intervenir de manera alternativa, se trata de transformarse en sujeto
histórico y como tal participar activamente, en este sentido la capacidad
organizativa es fundamental porque potencia la competencia innovadora, en el
reverso de la moneda, la cuestión consistiría en la superación de la masa manipulable
y la pobreza política."
Pensar en términos de desarrollo a escala humana, de acuerdo a los
escritos de Max Neff, significa crear las condiciones para que los mayores sean
los protagonistas principales en este desarrollo, esto implica respetar las diferencias
y la autonomía de los espacios en que actúan, alentar soluciones creativas que
asciendan de las bases a la cima.
La satisfacción de las necesidades debe considerarse no sólo como
superación de carencias sino también como la capacitación de los mayores como
participantes activos en el desarrollo de su sociedad y como protagonistas del
crecimiento personal de cada cual como ser humano, pasar a ser personas sujeto
y no objeto.
Este desarrollo supera la antinomia entre lo individual y lo
social, fomenta la adopción de medidas que combinan el crecimiento individual y
social como dos aspectos de una misma realidad.
Lo que se busca en el desarrollo a escala humana es una
planificación global de la autonomía local, con estrategias capaces de
movilizar a las diferentes organizaciones de los mayores de modo que puedan
transformar su lucha por sobrevivir en opciones y alternativas vitales basadas
en la dignidad y creatividad y no en la pobreza y degradación humana.
Al ser la vejez una construcción social, el desarrollo a escala
humana cambiaría desde el inicio las fuerzas que estigmatizan a los viejos y
los empujan al margen de la sociedad. Avanzar en esta modalidad podría dar
lugar al ejercicio activo de los principios propuestos por las Naciones Unidas
a favor de los Adultos Mayores: "independencia, participación, cuidado,
realización personal y dignidad".
En otro aspecto, y en relación a la salud de la comunidad, un
objetivo importante es ofrecer un encuadre conceptual y metodológico para el
trabajo con la comunidad, que supone una serie de actividades referidas al
equipo, a la comunidad y a otros sectores involucrados.
Con respecto al equipo se plantea la necesidad de:
·
Recuperar la historia del grupo y realizar un diagnóstico sobre la
situación presente, la inclusión de nuevos integrantes, el grado de
acercamiento y compromiso con la propuesta de "salud de la
comunidad".
·
Sondear las expectativas y actitudes relativas al trabajo en el
centro de salud.
·
Promover espacios de trabajo interdisciplinario.
·
Analizar las dificultades cotidianas, los obstáculos que impiden
la realización de las tareas programadas, revisando las consignas surgidas en
las reuniones de equipo.
·
Registrar las actividades, proyectos y programas colaborando en el
establecimiento de prioridades y la planificación de las actividades.
·
Incorporar la dimensión sociocultural e histórica al interior del
equipo, para ampliar su concepción de los procesos de
salud-enfermedad-atención.
·
Incentivar los procesos de reflexión sobre la institución: su
historia, organización, normativas, relaciones de poder.
·
Brindar información sobre la población del área programática en lo
referente a composición sociodemográfica, historia, organizaciones, grupos e
instituciones.
·
Reflexionar sobre las estrategias de trabajo comunitario con el
fin de coordinar las actividades extra muro.
Esto significa con respecto a la comunidad, profundizar el
conocimiento de la historia, las formas de organización, instituciones,
liderazgo, redes, formas de comunicación, lógicas existentes.
Avanzar en el conocimiento de las distintas instituciones,
organizaciones y grupos que estaban trabajando en el barrio, intentando en la
medida de lo posible una coordinación de acciones.
Reflexionar sobre la relación centro de salud comunidad, el grado
de acercamiento, las imágenes, expectativas, experiencias, las demandas en lo
asistencial y en los programas, intentando fortalecer los vínculos existentes y
formulando una metodología adecuada de trabajo.
Entrar en un mundo conocido desde la experiencia social pero desde
una posición distinta, una experiencia que se asocia al padecimiento, a la
enfermedad y a la muerte, que genera angustia, temor. Intervenir, conocer para
transformar, para pensar alternativas, involucrarse.
Esta experiencia supone aprender a trabajar de otro modo, muchas
veces con problemas enunciados por otras disciplinas, redefinir una
problemática desde diferentes perspectivas, trabajar con un ritmo distinto,
atravesados por urgencias, contradicciones, frustraciones. El supuesto teórico
implícito es trabajar sobre las diferencias no como oposiciones sino como
relaciones (nosotros-otros), trabajar sobre los espacios de intercambio, las
interacciones, las mediaciones entre los individual y lo social, lo micro y lo
macro, la teoría y la práctica: las relaciones entre el C.S. y la comunidad,
entre clases sociales. Las modalidades a través de las cuales se me impone el
otro, el lugar que ocupamos, las formas de comunicación, las distancias, las
relaciones de poder. Relacionar lo macro y lo microsocial, analizando cómo el
contexto histórico, político y económico, las modificaciones en las políticas
sociales, podemos verlas en la cotidianeidad y en las rupturas de esa
cotidianeidad, asociadas a experiencias colectivas.
Pero un objetivo fundamental será desarrollar nuestra capacidad de
respuesta a las personas a las que servimos. Consideramos un perfil básico:
1.
Comprensión empática: Concebida como el grado en el cual una
persona es consciente de lo que en este momento le ocurre a otra persona
internamente.
2.
Nivel de aprecio: Definido como el componente afectivo de la
respuesta de una persona hacia otra. Tenemos que afianzar los sentimientos
"positivos" ( respeto, simpatía, aprecio, etc) frente a los negativos
( desagrado, impaciencia, desprecio, etc)
3.
Autenticidad. Lo que muestra una persona en una relación
determinada con otra persona; definiéndose como el grado en el cual la primera
se halla funcionalmente integrada en el contexto de su relación con la segunda.
4.
Incondicionalidad del aprecio. Concepto que se relaciona
específicamente con el grado de variabilidad que exista en la respuesta
afectiva de una persona con respecto a otra. En su polo positivo implica, que
todas las experiencias del consumidor nos afectan como igualmente dignas de
consideración positiva. En el polo negativo supone imponer nuestra escala de
valores, y considerar algunas de sus vivencias dignas de aprecio y otras no.
El perfil lo definimos como indicador de competencias para
promover resiliencia., y no solamente en salud; también en contextos
La intervención educativa y social comunitaria se revela como una
de las medidas más eficaces en cuanto sustentadas en dos líneas de actuación:
1.
El requerimiento del adulto mayor que quiere participar en el
mundo relacional en el que se desenvuelve con pleno derecho
2.
La no institucionalización de la persona mayor
En relación a lo cual , Muñoz (1997), plantea algunas estrategias
que podríamos utilizar para fortalecer redes sociales, la integración social y
la calidad de vida del adulto mayor:
·
Animación sociocultural
·
Campañas de información y sensibilización
·
Actuaciones dirigidas a la mejor ocupación del ocio y tiempo libre
·
Actuaciones integrales que favorezcan la coordinación de todos los
sistemas de protección social
·
Acciones encaminadas a potenciar las relaciones
intergeneracionales.
El aspecto fundamental ha tomar en cuenta está dado por los
resultados del Estudio Epidemiológico Metropolitano en Salud Mental 2002, que
nos aporta más de un dato positivo a tomar en cuenta en nuestra intervención
educativa y psicosocial:
1.
Alrededor de una cuarta parte de la población adulta mayor pasa
por situaciones de alto estrés, siendo mayor en aquellas relacionados con la
salud
2.
Sin embargo, entre 59.7 y 52.1 % las personas experimentan
significativamente estados de ánimo positivos: tranquilo, alegre. Cabe resaltar
que los hombre experimentan en mayor proporción que las mujeres tales estados.
Entre 18.2 y 34% experimentan estados de ánimo negativos.
3.
Se encuentra un nivel aceptable de calidad de vida desde la
perspectiva de la propia persona ( una media de 7.61)
4.
El grado de cohesión familiar medido a través del respeto y apoyo
mutuo, o el compartir principios y valores, se encuentra en niveles altos. De
la misma manera, el factor religioso es muy importante en la población adulta
mayor, y la mayoría se apoya en el mismo para enfrentar los retos cotidianos.
De los factores de riesgo, donde el individuo tiene un grado de
control, la falta de ejercicio físico es el potencialmente más modificable. El
ejercicio físico aumenta la fuerza, disminuye el riesgo de muerte, mejora el
ánimo y reduce el impacto de otros factores de riesgo; ha demostrado ser
beneficioso no sólo en la prevención de enfermedades coronarias, sino que también
en la prevención y reversión de la hipertensión (donde está aceptado como un
tratamiento adjunto a la medicación), en la protección del cáncer del colon, en
la prevención de la diabetes, en el tratamiento de la artritis, en la
prevención de la osteoporosis y en mejoramiento del equilibrio y la fuerza de
las extremidades inferiores.
La falta de relaciones sociales es un poderoso factor de riesgo
para un nivel de salud pobre. En tal sentido, el apoyo social y socioemocional
(expresiones directas de afecto, de estima, de amor y respeto) son
fundamentales para el envejecimiento exitoso (Sabin, 1993).
Hay cuatro modos importantes en que el apoyo social puede promover
la salud:
a.
Es posible que el apoyo social lleve a las personas a obtener
tratamiento médico de manera más rápida y que les provea de mejor información
en salud incluyendo el cómo acceder a los servicios.
b.
Algunas formas de apoyo social pueden de hecho consistir en
tratamiento médico directo
c.
El apoyo social puede hacer más probable la adopción de
comportamientos promotores de salud (caminar o no fumar), supuesto ésta sea la
norma en el grupo de referencia.
d.
Comportamientos de apoyo pueden tener efectos biológicos directos
que aumenten la resistencia a enfermedades. Individuos que reportan altos niveles
de apoyo social tienen niveles significativamente más bajos en tres medidas
fisiológicas de estrés: epinefrina, norepinefrina y cortisol.
Es cada vez más claro que el mantenerse activo en tareas que
tengan un propósito y un significado, junto con el mantener relaciones
significativas, es fundamental para la mantención del bienestar a lo largo de
la vida; en relación a lo cual, es muy importante una intervención sustentada
en los siguientes principios metodológicos (Girard, 1991):
1.
Las intervenciones deben ser definas en función de las necesidades
individuales de las personas mayores
2.
La discapacidad y/o inadaptaciones son las circunstancias que
deben poner en relación a las personas mayores y/o sus familias con el entorno
institucional.
3.
La prevención como forma de intervención no debe estar limitada en
el tiempo
4.
Sólo el conocimiento del medio en el que el individuo se
desenvuelve y su catalogación puede permitir comprender la importancia de la
situación
5.
El equipo de intervención debe ser versátil y lo menos
jerarquizado posible.
En un primer nivel primario de atención, las necesidades más
frecuentes que se presentan suelen ser las siguientes:
a.
de cuidado, afecto, relación, actividad
b.
de convivencia armónica normalizada
c.
de relación con los medios de socialización primarios y
secundarios: hogares, calle, amigos, etc
d.
de atención de dificultades o desajustes que puedan aparecer en el
proceso de envejecimiento
e.
de alojamiento y cuidado en caso de inexistencia o deterioro de
las relaciones convivenciales
La intervención en el segundo y tercer nivel va dirigida a
individuos, familias y grupos que se encuentran en un proceso definido de
exclusión médica y/o social, necesitando apoyos para la convivencia familiar y
social, por lo que no sólo se debe incidir en éstos, sino, por generalización,
en toda la comunidad. Entre los objetivos más importantes a conseguir en estos
niveles de prevención serían:
a.
facilitar el acceso, permanencia y utilización de recursos
normalizados de la comunidad
b.
intervenir con los individuos, familias y grupos, al objeto de
habilitar las competencias necesarias para la convivencia y la inserción
c.
procurar el apoyo psicosocial necesario
d.
promover intervenciones socioeducativas
e.
realizar intervenciones tendentes al conocimiento, mantenimiento y
fortalecimiento de las redes de apoyo social
f.
procurar alojamientos alternativos en las circunstancias adecuadas
y cuando no se posible proponer otras alternativas.
Si bien el objetivo último de toda política social es incrementar
el bienestar social, desde el punto de vista psicosocial nos interesa el
bienestar subjetivo, el cual , de acuerdo con Diener (1994), tiene tres
características:
1.
Es subjetivo, reside en la experiencia del individuo
2.
Incluye medidas positivas, no sólo es la ausencia de factores
negativos
3.
Las medidas del bienestar subjetivo suelen ser integrales e
incluir todos los aspectos de la vida de las personas.
La intervención educativa y psicosocial no puede ser vista
únicamente como un esfuerzo por contrarrestar las carencias, sino como una
apuesta por las posibilidades; en el caso del adulto mayor, se plantean retos
de adaptación y los esfuerzos de estas personas para acometerlos., y se supone
que la integridad de la calidad de vida emana de las respuestas adaptativas.
Por ejemplo, en relación a movilidad útil, actividades básicas de la vida
diaria, capacidades de orientación, comunicación receptiva y expresiva,
relaciones sociales e interpersonales, autonomía, percepción de salud, entre
otras. Lo que podría interpretarse a partir de la teoría de la actividad. Según
este enfoque, de raíces aristotélicas, una persona se sentirá bien en función
de las actividades que realice y de la calidad con la que las lleve a cabo,
aprehendida ésta a través de percepciones subjetivas: opiniones, actitudes,
creencias y valores Por ejemplo: El desafío de adaptación es extraer placer de
la vida. La pregunta que tendríamos que plantearnos es si la persona, el adulto
mayor en nuestro caso, tiene respuestas ante éste desafío y su percepción de
las mismas. Por ejemplo, actuar de acuerdo con los propios valores, seguir
intereses, adherirse a experiencias religiosas y estéticas, relajarse en tiempo
de ocio, valorar la vida a pesar del dolor y de los problemas, etc. Y, dos
aspectos finales, no olvidemos que no hay un único estándar con el que sopesar
el declive, el mantenimiento o la mejoría de la adaptación y que la adaptación
se modifica en función del contexto, especialmente la motivación y el entorno.
Por ejemplo, la reestructuración del hogar o la provisión de aparatos
auxiliares puede aumentar o restablecer la adaptación o la independencia de la
persona mayor.
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