domingo, 31 de marzo de 2013

Cambios físicos en el adulto mayor


Si bien pueden distinguirse algunos cambios visibles como el cabello canoso, la piel arrugada y la espalda encorvada, Stuart-Hamilton dice que “Uno puede pensar en las personas de 70 años que se parecen al estereotipo de persona mayor (cabello gris, piel arrugada, etc.), pero puede recordar también a los individuos “bien conservados” que carecen de estos rasgos (ageracia).” (Stuart-Hamilton, 2002, p. 21) Con ello, el autor mencionado se refiere a las diferencias individuales que puede haber en el proceso de envejecimiento y que deberán tenerse en cuenta para no generalizar.

Algunos de los cambios biológicos internos que se encuentran en la teoría se refieren a que el sistema urinario se vuelve más lento y menos eficaz en la eliminación de toxina y otros productos de desecho; el sistema gastrointestinal es menos eficaz en la extracción de nutrientes; hay una disminución en la masa muscular y la fuerza del músculo que se conserva; el sistema respiratorio se puede abastecer de menos oxígeno y el sistema cardiovascular recibe un golpe doble: la fuerza del corazón disminuye mientras que simultáneamente un endurecimiento y encogimiento de las arterias hace que el bombeo de sangre en todo el cuerpo consuma más energía. (Stuart-Hamilton, 2002)

En cuanto a los cambios en los procesos sensoriales, puede considerarse en primer lugar a la visión. Según Kalish (1996), la capacidad del ojo para ajustarse a la cantidad de cambios de luz disminuye con la edad, al igual que la eficiencia para adaptarse a la luz y la oscuridad, la visión de la profundidad y la percepción del color. Adicionalmente, puede haber deterioros visuales severos que llegan a la ceguera. “Las cataratas y el glaucoma son causas comunes de estos problemas visuales, estando a menudo interrelacionados.” (Kalish, 1996, p.48)

En segundo lugar, están los problemas de audición, que llevan a la disminución gradual durante la vida adulta, de forma que a los 50 ya muchas personas tienen algún grado de deficiencia auditiva. También es importante mencionar que las condiciones ambientales pueden exacerbar la velocidad de la pérdida auditiva. (Stuart-Hamilton, 2002) 

En otros procesos sensoriales se muestran cambios como por ejemplo la disminución de la sensibilidad a sabores, el aumento de los umbrales para el tacto y la disminución del umbral del dolor (Stuart-Hamilton, 2002). Además, Kalish (1996) agrega que el vértigo se produce de manera más común y hay una disminución en la capacidad para realizar con efectividad las tareas cotidianas, en términos de habilidad psicomotriz. Esto último puede relacionarse a la dificultad para pronunciar, considerando además la disminución del calcio que puede llevar a la caída de dientes y afectar a la habilidad mencionada.

Otros cambios funcionales se refieren a la habilidad para el movimiento y el entusiasmo para realizar actividades. Kalish (1996) plantea que puede haber un aumento en la dificultad para moverse con rapidez, la fatiga aumenta y pueden surgir problemas de atención. Además, las pérdidas en cuanto a los otros procesos sensoriales llevan a una progresiva falta de ejercicio y movimiento que, llevado al extremo, puede ocasionar depresión.

En este aspecto puede observase también la pérdida de apetito y el uso de medicamentos. Lo primero responde al decaimiento de procesos sensoriales como el gusto y los cambios en el metabolismo que señalaba Stuart-Hamilton. Asimismo, el uso de medicamentos se debe a la necesidad de equilibrar ciertas deficiencias en el organismo pero también debido a la ansiedad que podría provocar el proceso de envejecimiento. (Kalish, 1996).



Depresión en el adulto mayor (parte II)


Tabla 1: Fármacos asociados con depresión 4
Digoxina
Tiazidas
Propanolol
Amantadina
Bromocriptina
Levodopa
Haloperidol
Benzodiazepinas
Barbitúricos
Carbamazepina
Fenitoína
Penicilina G
Antituberculosos
Sulfamidas
Metoclopramida
Ampicilina
Hormonas anabolizantes
Ranitidina
Antineoplásicos
Tabla 2: Enfermedades asociadas a depresión
Deshidratación
Alteraciones del sodio
Hipo e hiperglucemia
Alteraciones del calcio
Diabetes mellitus
Enfermedad de Addison
Déficits vitamínicos
Tumores
Infecciones
Insuficiencia cardiaca
Infarto al miocardio
EPOC
Colon irritable
Artrosis
Incontinencia urinaria
Enfermedad de Paget
Demencia
Infartos cerebrales
Enfermedad Parkinson
Factores psicosociales: Como experiencias adversas en la infancia: dificultades cotidianas y crónicas, eventos indeseables en la vida, red social limitada, bajaautoestima, perdida de la salud, etc. 


Se pueden resaltar algunas características especiales de la depresión en el anciano:
Acentuación patológica de los rasgos premórbidos.
Escasa expresividad de la tristeza.
Tendencia al retraimiento y aislamiento.
Dificultad para reconocer los síntomas depresivos.
Deterioro cognitivo frecuentemente asociado.
Expresión en formas de quejas somáticas.
Mayor frecuencia de síntomas psicóticos. Delirio.
Posibles trastornos de conducta. Irritabilidad.
Presencia de comorbilidad. Pluripatología.
Enfermedad cerebrovascular frecuente.
Presencia de polifarmacia. 

Depresión mayor

También llamada depresión endógena, primaria o no reactiva, es la melancólica clásica.
Se define por la presencia, durante al menos dos semanas, de cinco o más de los siguientes síntomas, siendo obligada la presencia de los dos primeros:
1. Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, casi todos los días. Puede ser referido por el propio paciente en forma de tristeza, o sentimientos de vacío (lo que va a ser menos frecuente en el anciano) u objetivarse por la presencia, por ejemplo, de llanto.
2. Disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades, la mayor parte del día, casi todos los días (referido por el propio paciente u observado por otros). Esta anhedonia, acompañada generalmente de apatía, no siempre resulta fácil de valorar en ancianos arrinconados o privados de estimulación en su entorno.
3. Aumento o pérdida importante de peso sin hacer régimen y/o aumento o pérdida de apetito, casi cada día.
4. Insomnio o hipersomnia casi cada día.
5. Agitación o enlentecimiento psicomotores casi cada día (observable por los demás, no mera sensación de inquietud o de estar enlentecido).
6. Fatiga o pérdida de energía casi cada día.
7. Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados (que pueden ser delirantes) casi cada día.
8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión casi cada día (ya sea una percepción subjetiva o una observación ajena).
9. Pensamientos recurrentes de muerte (no sólo temor a la muerte), ideación suicida recurrente sin un plan específico o una tentativa de suicidio o un plan específico para suicidarse.
No deben incluirse los síntomas que sean claramente debidos a enfermedad médica (por ejemplo, hipotiroidismo) o a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (una droga o un medicamento). Esto no siempre es fácil de establecer en el anciano, sobre todo con los síntomas físicos, como la pérdida de apetito o el insomnio, que pueden deberse tanto a enfermedades como a la depresión.5
Distimia. Se caracteriza por síntomas depresivos menos graves pero crónicos, mantenidos incluso durante años. Es otro tipo de depresión de las consideradas endógenas y los criterios DSM-IV para su diagnóstico incluyen:
1. Estado de ánimo crónicamente deprimido, la mayor parte de la mayoría de los días, manifestado por el sujeto u observado por los demás, durante al menos dos años.
2. Debe presentar dos o más de los siguientes síntomas:
a) Pérdida o aumento de apetito.
b) Insomnio o hipersomnia.
c) Astenia.
d) Baja autoestima.
e) Dificultades para concentrarse o para tomar decisiones.
f) Sentimientos de desesperanza.
3. Durante ese período de dos años, el individuo no ha de estar sin síntomas durante más de dos meses seguidos.
Además debe cumplirse que no haya existido un episodio depresivo mayor durante los dos primeros años de la alteración y que nunca haya habido un episodio maníaco, mixto o hipomaníaco. Las alteraciones no deben aparecer, exclusivamente, en el trascurso de un trastorno psicótico crónico como la esquizofrenia o un trastorno delirante. Ha de descartarse que los síntomas sean debidos a enfermedad médica o a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (una droga o un medicamento). Para cumplir todos los criterios, los síntomas han de causar un malestar clínicamente significativo o deterioro social o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.

Trastorno adaptativo

 Los criterios DSM-IV para el diagnóstico de trastorno adaptativo son:
1. Síntomas emocionales o conductuales en respuesta a un estrés identificable que aparecen dentro de los 3 meses siguientes a este estrés.
2. Síntomas que producen malestar mayor de lo esperable en respuesta al factor estresante y deterioro de la actividad laboral o social.
3. La alteración no es un trastorno específico ni es una exacerbación de un trastorno preexistente.
4. Los síntomas no responden a un duelo.
5. Una vez desaparecido el estrés o sus consecuencias, los síntomas no persisten más de 6 meses.
El trastorno adaptativo con humor depresivo se considera el tipo de depresión más frecuente en el anciano.
En el anciano son frecuentes desencadenantes la enfermedad física, sobre todo si se acompaña de pérdida funcional y dependencia, los ingresos hospitalarios, la institucionalización, que actúen como factor estresante identificable que desestabiliza y rompe el equilibrio psíquico del anciano, apareciendo ansiedad (más frecuente) o clínica depresiva. Se considera que la reacción emocional debe ser desproporcionada a lo esperado y al desencadenante identificable en los tres meses previos. La recuperación puede ocurrir en 6 meses o evolucionar hacia la cronicidad. Debe diferenciarse el trastorno adaptativo del duelo normal, que es la reacción emocional frente a una pérdida. Las manifestaciones pueden incluir sentimientos de culpa, ansiedad con síntomas corporales como falta de aire, opresión en el pecho, falta de apetito, mayor irritabilidad, etc. Clásicamente, el duelo se divide en distintas fases o etapas, que incluyen básicamente: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Si el duelo se elabora satisfactoriamente, debe evolucionar hacia la resolución en un plazo menor de seis meses. 


La relación intentos de suicidio frente a suicidios consumados es similar en este grupo de edad, de 65 años y más son 16.9 suicidios por cada 100 000 personas. El anciano/a que desea morir y elige suicidarse va a matarse de una forma incluso largo tiempo planificada, no impulsivamente, siendo mucho menos frecuente que se utilice la tentativa autolítica como una forma de presión, un chantaje emocional o una llamada de atención a su entorno. Apoyando esta afirmación, las formas de suicido más frecuentemente utilizado en adultos mayores son las armas de fuego y una alta proporción de ancianos, comparados con una población más joven, usa métodos muy violentos, incluidas cuchilladas y otras heridas por armas blancas (por ejemplo, sección de yugular), el ahorcamiento y el uso de tóxicos (venenos). Por tanto, las personas mayores, potencialmente suicidas, avisan con menos frecuencia y efectúan menos intentos frustrados que los jóvenes, por lo que los suicidios en ancianos pueden ser más difíciles de predecir y, por tanto, de prevenir.


Síntomas. Sintomatología actual, incluyendo duración y evolución. Presencia de factores desencadenantes, por ejemplo, duelo, enfermedad, etc; Antecedentes.Historia familiar de depresión u otros trastornos psiquiátricos. Historia personal previa de síntomas depresivos o maniacos, así como de trastornos psiquiátricos, por ejemplo alcoholismo o somáticos. Exploración física. Valorar especialmente la presencia de trastornos endocrinológicos, infecciones, déficit neurológico, disfunción cardiaca, o malignidad oculta; Exploración psicopatológica. Valorar la presencia de alteraciones del humor y el estado afectivo, de la apariencia, conducta y motricidad, de la percepción (alucinaciones) y el pensamiento (delirios), de la autoestima y culpa, y de la ideación autolítica. Exploración cognoscitiva. Valorar especialmente la presencia de alteraciones del nivel de concienciamemoria, atención/concentración y capacidad de abstracción.
Pruebas complementarias. Química sanguínea, biometría hemática completa, VSG, uroanálisis, pruebas de cribado en plasma (ionograma, urea, creatinina, transaminasas), T3, T4, TSH, Vitamina B 12 y folatos. Pruebas psicométricas. Miniexamen cognitivo, escala geriátrica de depresión, etc. 7

Depresión en el adulto mayor (parte I)


El proceso de envejecimiento es el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos y sociales que se complican con la aparición de patologías que contribuyen en gran medida a la pérdida de capacidades. Ello representa, en muchos casos, una carga social y económica para quienes los rodean, sobre todo en unidades familiares donde se ha perdido la dimensión del rol tradicional del adulto mayor como consejero y poseedor de experiencia, la cual se ha ido transformando en una aportación asociada al cuidado de los niños y al quehacer doméstico, que en definitiva son contribuciones fundamentales para el desarrollo del hogar pero poco valorados.
En 1996, la Organización Mundial de la Salud daba la voz de alarma "los problemas mentales serán la plaga del siglo XXI", modificando los métodos que, hasta ahora, había utilizado para estimar la gravedad de una enfermedad. En este sentido, insisten los expertos, "el mayor problema de salud en el año 2020 en todo el mundo, países en vías de desarrollo incluidos, no serán las infecciones, las enfermedades cardiovasculares ni el cáncer. Lo que más hará sufrir a la humanidad serán lasenfermedades mentales y la depresión estará a la cabeza". Al inicio de este siglo, la OMS emite un informe dedicado a la Salud Mental, centrado en la prevención de la patología psiquiátrica, destacando que la depresión, que actualmente es la quinta causa de discapacidad, será la segunda en el plazo de 20 años.
El adulto mayor no es, ni mucho menos, ajeno a esta realidad y los trastornos del humor son ya un problema de primera magnitud en la población mayor de 65 años. La depresión en el adulto mayor, con sus características especiales y su enorme polimorfismo clínico, mostrará su cruel rostro, cada vez con más presencia, en las consultas de Atención Primaria y Especializada. Será una compañera, gravosa y frecuente, de ingreso hospitalario y de institucionalización, cuando no, su principal causa. Y se mostrará como el paradigma de la atención geriátrica en cuanto a la importancia de la prevención, las diferencias en la etiopatogenia, la complejidad diagnóstica y terapéutica, y el alto riesgo asociado de incapacidad, con grave afectación de la calidad de vida desde el inicio.
La vejez puede ser la época de mayor fragilidad afectiva en el ser humano. A los cambios neurobiológicos que con frecuencia acompañan al envejecimiento cerebral, se suman numerosas e importantes pérdidas que van a afectar al individuo mayor, no sólo a sus emociones sino también a su condición física y a su situación social. El adulto mayor debe adaptarse progresivamente al cambio (pérdida) del rol laboral con la llegada de la jubilación, muchas veces acompañada de pérdidas económicas. Se impone, al tiempo, un cambio en el rol familiar pasando de padres y cabezas de familia al papel de abuelos, generalmente con menor participación autónoma en la dinámica familiar. Estas pérdidas incluyen, por supuesto, duelos frecuentes por amigos, seres queridos, en ocasiones muy dolorosos como la sobrevivencia a los hijos o la viudez y soledad de los más longevos. Todo ello obliga a una restructuración adaptativa que, dependiendo de las características de personalidad previa de cada individuo, tendrá más o menos riesgo de fracasar.
La depresión es el trastorno afectivo más frecuente en el adulto mayor aun cuando su presencia puede pasar desapercibida; el ánimo triste no forma parte del envejecimiento normal y no es un acompañamiento natural e inevitable del declive de la actitud social.
Las definiciones más aceptadas hoy en día son las descritas por la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10): Episodio depresivo, trastorno depresivo recurrente y distimia; y el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV): Episodio depresivo mayor, trastorno depresivo mayor episodio único y recidivante, trastorno distímico y trastorno no especificado. Tanto en la CIE-10 como en el DSM-IV existe otro grupo de trastornos depresivos incluidos en los llamados trastornos adaptativos que pueden presentarse con sintomatología depresiva, bien pura o bien mezclada con alteraciones de ansiedad, de la conducta o de las emociones. La llamada depresión vascular es un tema controvertido; aparece por lesiones vasculares cerebrales. Su clínica de presentación puede ser diferente, con un enlentecimiento en las funciones motoras y una disminución de interés por las actividades, alteración de la fluencia verbal, menor capacidad ejecutiva con alteración en la capacidad de iniciación, no se suele asociar a síntomas psicóticos, tiene menor agregación familiar y más anhedonia y un mayor grado de alteración funcional comparada con la depresión no vascular.
Existen dos formas básicas de depresión: La exógena (o reactiva) obedece a una causa externa generalmente bien definida (pérdida de un familiar o un ser amado, pérdida monetaria o de posición social, enfermedad invalidante, etc.). Depende de la calidad y cantidad del estímulo ambiental estresor y los substratos biológicos (genéticos, bioquímicos y moleculares) que determinan las alteraciones en la homeostasis y, por ende, en la función cerebral. La endógena, en cambio, no tiene causa externa manifiesta, lo cual lleva a considerarla una alteración biológica, como ocurre en las psicosis bipolar o unipolar. 1
LAS CAUSAS DE LA DEPRESIÓN INCLUYEN:
Género: Más frecuente en mujeres, igualándose la proporción a partir de los 80 años; factores genéticos: El riesgo de morbilidad en parientes en primer grado está incrementado y es independiente de los efectos del ambiente o educación. Marcadores genéticos han sido localizados en los cromosomas X, 4, 5, 11, 18 y 21. En un estudio reciente se hicieron pruebas para ver por qué experiencias estresantes llevaron a la depresión a algunas personas pero no a otras. Se encontró que un polimorfismo funcional en la región promotora del gen del transportador de la serotonina (5-HTT) modulaba la influencia de los eventos estresantes cotidianos en la depresión; envejecimiento cerebral: Es frecuente la hipofunción de tres sistemas de neurotrasmisión, implicados en la génesis de la depresión:
1. Sistema noradrenérgico: El Locus coeruleus (LC), núcleo del encéfalo, en el tallo cerebral, genera la noradrenalina (NA); las neuronas del LC envían sus axones principalmente a las estructuras límbicas, que incluyen la amígdala, la formación hipocámpica y la corteza prefrontal. El Locus coeruleus, estructura que forma parte de la formación reticular, posee actividad tónica como marcapaso. La actividad de las neuronas del LC aumenta significativamente en la vigilia y en episodios de estrés, en los cuales su actividad neuronal alcanza niveles de intensidad máxima, y de ese modo contribuye a alertar el organismo lo necesario para sobrevivir. Es lógico aceptar que el estrés crónico genera depresión reactiva, y que las reservas de NA en el LC obviamente tienden a depletarse, lo que conduce a mantener el estado de depresión reactiva; en el caso de individuos con depresión secundaria al estrés crónico ocurre un fenómeno fisiológico similar. La carencia de este neurotransmisor o su desequilibrio con la serotonina puede ser la causa de psicosis depresiva unipolar o bipolar. El aminoácido tirosina es el precursor indispensable para la síntesis de la NA. La tirosina es primero convertida a dopa (dihidroxifenilalanina) por la tirosina-hidroxilasa. La dopa es convertida a noradrenalina por la enzima dopamina-beta-hidroxilasa.2
2.  Sistema serotoninérgico: La serotonina ejerce importante acción en el talante, conducta, movimiento, apreciación del dolor, actividad sexual, apetito, secreciones endocrinas, funciones cardiacas y el ciclo de sueño-vigilia. La mayoría de la serotonina cerebral se genera en los núcleos del rafé, principalmente en el noveno núcleo. Es producida a partir del triptófano, el cual es transportado a través de la barrera hemato-encefálica hasta las neuronas por el gran transportador neutral de aminoácidos (LNAA). El LNAA también mueve otros aminoácidos: tirosina, valina, leucina e isoleucina a través de la barrera hematoencefálica. El triptófano debe competir con estos otros aminoácidos para el transporte en el cerebro. Por lo tanto, la cantidad de triptófano transportado depende tanto de su concentración como de la concentración de los otros aminoácidos en el cuerpo. Ya en la neurona, se lleva a cabo la síntesis de serotonina. 2, 3
3. Sistema dopaminérgico: La dopamina es una catecolamina que se genera por las neuronas pigmentadas en la pars compacta del Locus níger; y en neuronas de la parte ventral del tegmento mesencefálico; de aquí se origina la vía que existe entre la substantia nigra y el cuerpo estriado, la vía que va del área tegmental ventral del mesencéfalo hacia el nucleus accumbens del sistema límbico y a la corteza prefrontal (vía mesolímbico-cortical).
La dopamina es un neurotransmisor inhibitorio, participa en el mantenimiento del estado de alerta. Se deriva del aminoácido tirosina y la síntesis es por la misma vía que para la noradrenalina. La serotonina y la noradrenalina tienen fuerte influencia en patrones de conducta y función mental, mientras que la dopamina está involucrada en la función motriz. Desde hace 50 años existe la "hipótesis de las monoaminas en la depresión", que se ha utilizado para explicar los efectos benéficos de los antidepresivos tricíclicos y de los inhibidores de la monoaminooxidasa. La hipótesis propuso que la depresión era causada por un déficit funcional de las monoaminas, noradrenalina y serotonina en sitios claves del cerebro, mientras que la manía era causada por el exceso funcional de éstas; y que los agentes antidepresivos ejercían su efecto facilitando la neurotransmisión monoaminérgica por medio del incremento de los niveles de las monoaminas en las terminales sinápticas. 2
Neuroanatomía de la depresión: Los dos principales circuitos neuroanatómicos involucrados en la regulación del talante son: El circuito límbico-talámico-cortical, que incluye la amígdala, los núcleos dorsomediales del tálamo, y la corteza prefrontal tanto la medial como la ventrolateral; así como el circuito límbico-estriado-pálido-talámico-cortical. Las alteraciones del talante son el resultado de disfunción o anomalías en diferentes partes de esos circuitos que podrían ser el inicio de estos trastornos, o conferir cierta vulnerabilidad biológica, que en combinación con factores ambientales, tenga como consecuencia alguno de estos desórdenes. El hallazgo en neuroimagen funcional más consistente ha sido la disfunción de la corteza prefrontal, como lo sugiere la disminución en el flujo sanguíneo y en el metabolismo de la glucosa de esta área. También se sugieren anormalidades en los ganglios basales, el lóbulo temporal y estructuras límbicas relacionadas. La depresión unipolar parece estar caracterizada por disfunción primaria en la corteza prefrontal y los ganglios basales. Otro hallazgo ha sido el daño hipocámpico, con reducción de suvolumen que se manifiesta después de repetidos episodios depresivos que puede tener efectos a su vez en la memoria.
Lesiones vasculares en sustancia blanca cerebral: Fundamentalmente a nivel de corteza prefrontal dorsolateral. Un factor importante es la mayor prevalencia de determinadas enfermedades (hipertensión arterial, diabetes mellitus, osteoartrosis, enfermedades neurodegenerativas etc.) asociada a la alta longevidad. Una de las enfermedades más frecuentes asociadas con la depresión en el anciano es el accidente cerebrovascular. La incidencia de depresión post-ictus es entre 25-50% de casos, lo que da idea de la magnitud del problema y su repercusión sobre la rehabilitación funcional de estos pacientes. Otros ejemplos clásicos son la enfermedad deParkinson y la enfermedad de Alzheimer, en las que un 50 y un 35% respectivamente de los pacientes diagnosticados pueden desarrollar depresión clínica en algún momento de la enfermedad.


Formas clínicas de la depresión en el adulto mayor

Se pueden resaltar algunas características especiales de la depresión en el anciano:
  • Acentuación patológica de los rasgos premórbidos.
  • Escasa expresividad de la tristeza.
  • Tendencia al retraimiento y aislamiento.
  • Dificultad para reconocer los síntomas depresivos.
  • Deterioro cognitivo frecuentemente asociado.
  • Expresión en formas de quejas somáticas.
  • Mayor frecuencia de síntomas psicóticos. Delirio.
  • Posibles trastornos de conducta. Irritabilidad.
  • Presencia de comorbilidad. Pluripatología.
  • Enfermedad cerebrovascular frecuente.
  • Presencia de polifarmacia. 5
Depresión mayor: También llamada depresión endógena, primaria o no reactiva, es la melancólica clásica.
Se define por la presencia, durante al menos dos semanas, de cinco o más de los siguientes síntomas, siendo obligada la presencia de los dos primeros:
1. Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, casi todos los días. Puede ser referido por el propio paciente en forma de tristeza, o sentimientos de vacío (lo que va a ser menos frecuente en el anciano) u objetivarse por la presencia, por ejemplo, de llanto.
2. Disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades, la mayor parte del día, casi todos los días (referido por el propio paciente u observado por otros). Esta anhedonia, acompañada generalmente de apatía, no siempre resulta fácil de valorar en ancianos arrinconados o privados de estimulación en su entorno.
3. Aumento o pérdida importante de peso sin hacer régimen y/o aumento o pérdida de apetito, casi cada día.
4. Insomnio o hipersomnia casi cada día.
5. Agitación o enlentecimiento psicomotores casi cada día (observable por los demás, no mera sensación de inquietud o de estar enlentecido).
6. Fatiga o pérdida de energía casi cada día.
7. Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados (que pueden ser delirantes) casi cada día.
8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión casi cada día (ya sea una percepción subjetiva o una observación ajena).
9. Pensamientos recurrentes de muerte (no sólo temor a la muerte), ideación suicida recurrente sin un plan específico o una tentativa de suicidio o un plan específico para suicidarse.
No deben incluirse los síntomas que sean claramente debidos a enfermedad médica (por ejemplo, hipotiroidismo) o a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (una droga o un medicamento). Esto no siempre es fácil de establecer en el anciano, sobre todo con los síntomas físicos, como la pérdida de apetito o el insomnio, que pueden deberse tanto a enfermedades como a la depresión.5
Distimia. Se caracteriza por síntomas depresivos menos graves pero crónicos, mantenidos incluso durante años. Es otro tipo de depresión de las consideradas endógenas y los criterios DSM-IV para su diagnóstico incluyen:
1. Estado de ánimo crónicamente deprimido, la mayor parte de la mayoría de los días, manifestado por el sujeto u observado por los demás, durante al menos dos años.
2. Debe presentar dos o más de los siguientes síntomas:
a) Pérdida o aumento de apetito.
b) Insomnio o hipersomnia.
c) Astenia.
d) Baja autoestima.
e) Dificultades para concentrarse o para tomar decisiones.
f) Sentimientos de desesperanza.
3. Durante ese período de dos años, el individuo no ha de estar sin síntomas durante más de dos meses seguidos.
Además debe cumplirse que no haya existido un episodio depresivo mayor durante los dos primeros años de la alteración y que nunca haya habido un episodio maníaco, mixto o hipomaníaco. Las alteraciones no deben aparecer, exclusivamente, en el trascurso de un trastorno psicótico crónico como la esquizofrenia o un trastorno delirante. Ha de descartarse que los síntomas sean debidos a enfermedad médica o a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (una droga o un medicamento). Para cumplir todos los criterios, los síntomas han de causar un malestar clínicamente significativo o deterioro social o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.5
Trastorno adaptativo. Los criterios DSM-IV para el diagnóstico de trastorno adaptativo son:
1. Síntomas emocionales o conductuales en respuesta a un estrés identificable que aparecen dentro de los 3 meses siguientes a este estrés.
2. Síntomas que producen malestar mayor de lo esperable en respuesta al factor estresante y deterioro de la actividad laboral o social.
3. La alteración no es un trastorno específico ni es una exacerbación de un trastorno preexistente.
4. Los síntomas no responden a un duelo.
5. Una vez desaparecido el estrés o sus consecuencias, los síntomas no persisten más de 6 meses.
El trastorno adaptativo con humor depresivo se considera el tipo de depresión más frecuente en el anciano.
En el anciano son frecuentes desencadenantes la enfermedad física, sobre todo si se acompaña de pérdida funcional y dependencia, los ingresos hospitalarios, la institucionalización, que actúen como factor estresante identificable que desestabiliza y rompe el equilibrio psíquico del anciano, apareciendo ansiedad (más frecuente) o clínica depresiva. Se considera que la reacción emocional debe ser desproporcionada a lo esperado y al desencadenante identificable en los tres meses previos. La recuperación puede ocurrir en 6 meses o evolucionar hacia la cronicidad. Debe diferenciarse el trastorno adaptativo del duelo normal, que es la reacción emocional frente a una pérdida. Las manifestaciones pueden incluir sentimientos de culpa, ansiedad con síntomas corporales como falta de aire, opresión en el pecho, falta de apetito, mayor irritabilidad, etc. Clásicamente, el duelo se divide en distintas fases o etapas, que incluyen básicamente: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Si el duelo se elabora satisfactoriamente, debe evolucionar hacia la resolución en un plazo menor de seis meses. 5

Suicidio en el anciano

La relación intentos de suicidio frente a suicidios consumados es similar en este grupo de edad, de 65 años y más son 16.9 suicidios por cada 100 000 personas. El anciano/a que desea morir y elige suicidarse va a matarse de una forma incluso largo tiempo planificada, no impulsivamente, siendo mucho menos frecuente que se utilice la tentativa autolítica como una forma de presión, un chantaje emocional o una llamada de atención a su entorno. Apoyando esta afirmación, las formas de suicido más frecuentemente utilizado en adultos mayores son las armas de fuego y una alta proporción de ancianos, comparados con una población más joven, usa métodos muy violentos, incluidas cuchilladas y otras heridas por armas blancas (por ejemplo, sección de yugular), el ahorcamiento y el uso de tóxicos (venenos). Por tanto, las personas mayores, potencialmente suicidas, avisan con menos frecuencia y efectúan menos intentos frustrados que los jóvenes, por lo que los suicidios en ancianos pueden ser más difíciles de predecir y, por tanto, de prevenir.6

Diagnóstico

Síntomas. Sintomatología actual, incluyendo duración y evolución. Presencia de factores desencadenantes, por ejemplo, duelo, enfermedad, etc; Antecedentes.Historia familiar de depresión u otros trastornos psiquiátricos. Historia personal previa de síntomas depresivos o maniacos, así como de trastornos psiquiátricos, por ejemplo alcoholismo o somáticos. Exploración física. Valorar especialmente la presencia de trastornos endocrinológicos, infecciones, déficit neurológico, disfunción cardiaca, o malignidad oculta; Exploración psicopatológica. Valorar la presencia de alteraciones del humor y el estado afectivo, de la apariencia, conducta y motricidad, de la percepción (alucinaciones) y el pensamiento (delirios), de la autoestima y culpa, y de la ideación autolítica. Exploración cognoscitiva. Valorar especialmente la presencia de alteraciones del nivel de concienciamemoria, atención/concentración y capacidad de abstracción.
Pruebas complementarias. Química sanguínea, biometría hemática completa, VSG, uroanálisis, pruebas de cribado en plasma (ionograma, urea, creatinina, transaminasas), T3, T4, TSH, Vitamina B 12 y folatos. Pruebas psicométricas. Miniexamen cognitivo, escala geriátrica de depresión, etc. 7

MEMORIA EN EL ADULTO MAYOR.


La memoria es una de las principales funciones del cerebro y su objetivo es recoger y guardar la información proveniente del mundo externo, para evocarla cuando sea necesario El sustrato de la memoria es un sistema funcional, en el cual participan diversas áreas cerebrales, cada una de las cuales hace una contribución relativamente especifica a la función normal. A modo de ejemplo podemos decir que el hipocampo (en la cara interna de los lóbulos temporales) es fundamental para conservar la información de lo que sucede en ese momento; que el lóbulo temporal izquierdo es importante para la memoria verbal y el derecho para la memoria visuoespacial; que las areas prefrontales son importantes para establecer estrategias de memorización o de evocación; que en el lóbulo parietal izquierdo se almacenan habilidades motoras adquiridas.

Al decir que las áreas prefrontales son importantes para establecer las estrategias de memorización estamos diciendo que la memoria no es un registro pasivo de lo que sucede a nuestro alrededor sino que un proceso activo, en el cual la persona decide qué desea recordar, a qué dirigir su atención para conservarlo. Algo similar sucede al evocar, uno se acuerda mejor de lo que le interesa, y la organización de los recuerdos depende de los propósitos del momento.

Existen distintos tipos de memoria; podemos destacar la memoria declarativa y la procedural. La primera es la memoria sobre las cuales podemos ser interrogados verbalmente, incluye la memoria episódica y la semántica. La episódica se refiere a recordar sucesos precisos en el tiempo y el espacio, propios de cada individuo: que hizo el miércoles a mediodía, cuáles son las palabras que repitió hace un par de minutos. La memoria semántica es cultural, se refiere a conceptos que se han ido enriqueciendo con la experiencia: qué es el genoma humano, qué podemos encontrar en un supermercado.

La memoria procedural, en cambio, se refiere a la adquisición paulatina de habilidades: aprender a manejar un auto, a reconocer diversos tipas de flores, a vestirse o usar la gramática. Estas habilidades no pueden ser interrogadas, para comprobar que se las ha adquirido es neecesario demostrarlo.

La complejidad de la memoria implica que existen muchos tipos de amnesias, por lesiones de diversas zonas del cerebro (e incluso sin lesiones, en las amnesias de origen psicológico). Las lesiones del hipocampo, como sucede en la primera etapa de la enfermedad de Alzheimer, causan una incapacidad de conservar información episódica nueva; el paciente puede evocar bien sucesos antiguos pero olvida lo reciente. En las lesiones frontales el sujeto es pasivo frente a lo que observa o frente a lo que le piden evocar; en las lesiones temporales izquierdas el paciente no logra aprender series de palabras, pero si puede memorizar imágenes; a veces en las lesiones parieto-temporales derechas el paciente pierde la habilidad de vestirse que había adquirido en la infancia.

La perdida de memoria es una de las mayores amenazas para el cerebro que envejece. En efecto, si bien a cualquier edad pueden aparecer enfermedades cerebrales que causan fallas de memoria, son más frecuentes en los adultos mayores. Entre estas enfermedades queremos mencionar la enfermedad de Alzheimer, el deterioro cognitivo leve, las lesiones vasculares, el efecto de fármacos o drogas y los trastornos emocionales.

La enfermedad de Alzheimer corresponde a lo que antes se llamó "arteriosclerosis cerebral" y es una enfermedad que puede comprometer al 10% de los mayores de 65 años. Su causa es muy compleja: los investigadores estudian el mal procesamiento de algunas proteínas cerebrales, las fallas en sistemas de neurotransmisores, el efecto de radicales libres sobre las neuronas, el exceso de calcio intracelular, etc. etc. La importancia de estos estudios radica en que cada uno de ellos plantea distintas posibilidades de tratamiento que están en estudio en innumerables laboratorios de investigación básica y clínica.

Se inicia en forma insidiosa, generalmente con fallas de la memoria reciente por el compromiso del hipocampo. En esa etapa también aparecen los primeros errores de juicio y conflictos entre las personas. En efecto, antes de saber el diagnóstico se critica al paciente por descuidado, comete errores que lo perjudican a él o su familia, se hace incapaz de cumplir con sus obligaciones. Cuando es llevado al médico a veces es difícil estar seguros del diagnóstico, y muchas veces las familias van de un médico al otro, buscando una seguridad o una solución que muchas veces no existe.

En la segunda etapa el compromiso de la corteza cerebral determina que aparezcan trastornos del lenguaje (dificultad para comprender textos complejos, para evocar palabras, distorsiones de las palabras) y perdida de habilidades. Estas incluyen perdida de la orientación en el espacio, trastornos del cálculo, torpeza motora, incluso pierden la capacidad de vestirse o asearse sin ayuda. Además pueden agregarse cuadros de depresión (también en la primera etapa) e ideas delirantes de perjuicio o celos.

Paulatinamente se va perdiendo la agilidad y el control de los esfínteres, hasta que en la tercera etapa el paciente queda postrado en cama. Ahí es necesario alimentarlo y asearla como si fuera un lactante. Finalmente fallece por complicaciones.

En el envejecimiento normal existe una discreta disminución de la memoria episódica y de la velocidad de reacción. En el Deterioro Cognitivo Leve existe una pérdida significativa de la memoria y a veces de otras capacidades, sin que llegue al grado necesario para hablar de demencia coma sucede en la enfermedad de Alzheimer. En algunos casos la causa de este deterioro sería un trastorno emocional, reversible con el tratamiento adecuado; otras veces puede deberse a un conjunto de fármacos o de alcohol; otras veces puede tratarse de una enfermedad de Alzheimer muy inicial
Debemos destacar quo la depresión (presente en el 24 % de los adultos mayores según la encuesta SABE) puede inhibir funciones tales como la atención y la memoria, hasta llegar a constituir las llamadas "pseudo demencias". El diagnóstico de estas afecciones es muy importante porque el tratamiento puede lograr una mejoría total,
Las lesiones vasculares del cerebro se asocian a la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, dislipidemias, cardiopatías, y a la edad. El tabaco y el sedentarismo también aumentan el riesgo de sufrir una lesión cerebro vascular. Estas lesiones pueden ser hemorrágicas (cuando se rompe una arteria) o isquémicas (cuando se obstruye, causando un infarto cerebral). El efecto depende de la zona del cerebro lesionada: una hemiplejia (parálisis de un hemicuerpo), una afasia (trastorno del lenguaje), un defecto sensitivo, a veces un estado de confusión mental, y otros, si comprometen zonas que influyen en la memoria causaran amnesias, a veces demencias
¿Cómo evitar estas lesiones cerebrales? ¿Cómo enfrentarlas si se producen? Para evitarlas es muy importante el estilo de vida. En efecto, una persona que se hace chequeos de salud, si llega a tener una diabetes mellitus o una hipertensión, podrá tratarlas antes que dañen las arterias. Una persona que evita la obesidad o el sedentarismo disminuye el riesgo de sufrir esas enfermedades u otras similares, además de que mejora su autoestima. 

Se sabe que la escolaridad y la actividad mental disminuyen el riesgo de demencia (o la hacen manos severa). La interacción social aumenta la autoestima y disminuye el riesgo de depresión o de que el desuso contribuya a la involución de las neuronas. Reducir al mínimo el consumo de alcohol y dragas reduce el peligro de sufrir sus efectos.

Si se ha producido una enfermedad cerebral vascular es necesario un chequeo completo para tratar los factores de riesgo (hipertensión, diabetes mellitus, dislipidemia, cardiopatías). a veces se detecta una carótida muy estrecha que es necesario intervenir; a veces se requiere un tratamiento anticoagulante. Cuando hay infartos cerebrales, casi siempre el ácido acetilsalicílico (u otros fármacos similares) pueden reducir el peligro de nuevas trombosis. Por otra parte el paciente debe recibir una rehabilitación, según sus secuelas.

Con respecto a la enfermedad de Alzheimer, existen fármacos que pueden ayudar. Su eficacia no es segura, pero ayudan en un porcentaje de los casos y pueden postergar uan invalidez mas grave. Junto a eso, es útil que el paciente sea estimulado, que tenga actividades mentales y físicas acordes a su estado (y evitando accidentes). Finalmente, la familia debe aprender a cuidar de ese enfermo, debe conocer los riesgos que implican las demencias y cómo evitarlos, debe aprender a darse cuenta de su propio recargo y stress.


Prevención de accidentes en adultos mayores


PRINCIPALES CAUSAS DE LESIONES NO INTENCIONALES EN ADULTOS MAYORES
  • Caídas.
  • Ahogamiento.
  • Quemaduras.
  • Lesiones relacionadas con fuego.
  • Sofocación.
  • Envenenamiento.
  • Lesiones relacionadas con accidentes deportivos y uso de bicicleta.
  • Lesiones por armas de fuego.
ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN
Se plantean múltiples estrategias relacionadas con:
  • 1. Educación en Salud Pública.
  • 2. Modificaciones ambientales e intervenciones legislativas.
  • 3. Consejería Individual: guías anticipatorias, medidas de seguridad, prevención primaria (efectividad en cambios de comportamiento y conocimiento), prevención secundaria (caídas recurrentes).
CAÍDAS EN ADULTOS MAYORES
Las caídas constituyen uno de los 4  síndromes  geriátricos junto al inmovilismo, demencia e incontinencia. Las caídas son muy frecuentes entre los ancianos, aproximadamente una tercera parte de los mayores de 65 años experimentan una caída al año y esta tendencia se incrementa  a un 50% en mayores de 80 años. Una persona mayor viviendo en la comunidad  tiene la probabilidad de caerse de 0.2 a 0.8  veces por año y su tasa de incidencia es sustancialmente mas elevada en  hospitales y casas de cuidado.  Su presentación se asocia a un mayor riesgo de institucionalización y de deterioro del ABC físico y funcional. Se estima que el índice de caídas es: 47% entre los 70-74 años y de 121%  en mayores de 80 años.
Para adultos de 65 años o más, 60% de las caídas fatales ocurren en casa, 30% en sitios públicos y 10% ocurren en instituciones de salud. Sin embargo, las tasas de traumatismos son más altas en casas de cuidados 10 – 25%  o en  sitios de atención a largo plazo resultando en fracturas o severos traumatismos tisulares. Caerse es más frecuente en los primeros días o primeras semanas después de haber entrado a la casa de cuidado posiblemente debido al desconocimiento del ambiente.  También, personas que son admitidas tienen factores de riesgo como enfermedades crónicas, usan  medicamentos, padecen de  inmovilismo, etc.  Veinticuatro porciento de las caídas en casas de cuidado son debidas a debilidad y problemas de deambulación de los residentes. Las caídas por peligros ambientales son aproximadamente 16% de la incidencia de caídas en casas de atención. Elevado uso de psicotrópicos (antidepresivos) esta asociado con un incremento en el riesgo de caídas. Las caídas son una causa significativa de muerte y discapacidad y tienen un gran impacto en la salud física y psicológica del anciano. 
Las caídas son la causa principal de traumatismos severos no fatales y una causa común de admisiones hospitalarias (40%) y de heridas traumáticas entre ancianos. Las caídas son también la segunda causa de trauma  cerebral y médula espinal entre adultos mayores. Aproximadamente 30-50 % de las caídas resultan en traumatismos de tejidos blandos menores.  Globalmente, 20-30% tienen riesgo de muerte y  aquellos que sufren una caída con traumatismos moderados a severos tendrán  limitada su movilidad y su  independencia. El costo total directo de todos los traumatismos por caídas para personas de 65 años y mayores en 1994 fue de 20.2 billones y se espera que se incremente a 32.4 billones en el 2020 (USA).
Las caídas generan un gran impacto social producto del aislamiento, pérdida de la confianza, aumento del grado de dependencia y disminución del grado de independencia, restricción en sus actividades diarias y depresión.
Relación Caídas-Fracturas
Las caídas representan el 87% de todas las causas de fracturas en personas de 65 años o mayores. Se estima que 1- 2 % de todas las caídas causan fracturas de cadera que representan la mayoría de la morbilidad y mortalidad relacionadas con ellas, 3- 5 % de las caídas resultan en otro tipo de fracturas (mano, tobillo). Los sitios más comunes de fracturas incluyen cadera, columna vertebral, antebrazo, muslo y tobillo. Aproximadamente un 95% de las fracturas de cadera en personas mayores  son resultado de una caída. Nueve de diez fracturas de cadera en personas mayores resultan de una caída. Tener una fractura de cadera  implica un riesgo de 5-20%  de morir en el primer año después del traumatismo, siendo esta relación mayor en hombres y en mayores de 85 años. Las mujeres poseen mayor tasa de hospitalización como consecuencia de sus caídas.  Las personas mayores que se han caído necesitan tres veces más ser recluidos en casas de cuidado. Veinte porciento de ancianos hospitalizados no pueden regresar a casa ya que tienen que acudir a lugares de rehabilitación o de vida dependiente. La fuerza de la caída tiene un rol principal en determinar si una persona se fracturará o no. Caídas desde su propia altura o de lugares más altos  tienen  en promedio 400 a 500 J de energía potencial, la cual es suficiente para romper un hueso. Entre mayor sea la distancia de la cadera al suelo, mayor riesgo de fractura de cadera. Las personas altas parecen tener un aumento del riesgo de fracturas.
El ángulo en que una persona cae es importante. Caerse de lado o de frente es más riesgoso que de espaldas. Algunos investigadores han sugerido que los cojines para caderas pueden reducir la probabilidad de fractura de cadera después de una caída trayendo como resultado que la energía creada por la caída es distribuida en todo el cojín, disminuyendo el impacto especifico sobre la cadera.
DEFINICIONES:
  • 1. Inestabilidad: es la sensación de pérdida de equilibrio que se manifiesta cuando el anciano esta de pie o caminando.
  • 2. Caída: es el efecto de llegar a permanecer en forma no intencionada en la tierra, en el piso u otro nivel más bajo.
  • 3. Casi caída: es un evento donde el sujeto casi cae, pero es capaz de agarrarse o parar la caída. Existe una pérdida del balance, pero la persona es capaz de prevenir el golpe contra el piso, al agarrarse o prenderse de algún objeto.
  • 4. Caída recidivante: se refiere a la ocurrencia de dos o más caídas en un año. Se constituye en un marcador de factores o deficiencias subyacentes como enfermedades crónicas, o limitaciones funcionales.
  • 5. Ptofobia: o temor a caer, es la complicación más frecuente que ocurre después de un episodio de caída y es una consecuencia común de ancianos con inestabilidad. Se estima que el 20% de las personas mayores que temen caerse, limitan su actividad. La limitación de la actividad puede dar lugar a aumento de la fragilidad, y dar como resultado aumento en la ocurrencia de caídas.
El control postural es un mecanismo complejo compuesto por varios sistemas de información sensorial, a través de la visión, sistema vestibular, la propiocepción; un sistema de procesamiento central a nivel de la visión, sistema vestibular, la propiocepción; un sistema de procesamiento central a nivel del cerebro, y un sistema efector biomecánico. Cualquier alteración en alguno de estos tres sistemas originará inestabilidad y riesgo de caídas. Se estima que un 18% de las personas que han caído están muertas al año.
FACTORES DE RIESGO
El proceso de envejecimiento constituye en sí un factor de riesgo que se relaciona con los cambios que se producen en los individuos relacionados con su proceso normal de deterioro físico y funcional:
  • Lentificación del control postural, pobre organización de la marcha.
  • Disminución de la fuerza y la flexibilidad.
  • Déficit de la integración sensorial y lentificación de las respuestas motoras, aumento tiempo reacción.
  • Visión: disminución de la agudeza visual, campos visuales, visión de profundidad y de objetos en movimiento.
  • Alteraciones en la propiocepción: debilidad de dorsiflexores del pie.
  • Dificultad en estabilizar la cabeza en respuesta a cambios posturales (giro de la cabeza).
Intrínsecos:
  • 1. Alteraciones en la marcha y la estabilidad.
  • 2. Neuropatía periférica.
  • 3. Disfunción vestibular.
  • 4. Debilidad muscular.
  • 5. Alteraciones visuales.
  • 6. Comorbilidades: (enfermedades).
  • 7. Medicamentos.
  • 8. Demencia.
  • 9. Ortostatismo.
  • 10. Edad avanzada.
  • 11. Alteraciones en las actividades de la vida diaria.
Extrínsecos:
  • 1. Riesgos medio ambientales: calles muy transitadas o aceras elevadas.
  • 2. Presencia de obstáculos: riesgos en casa (iluminación inadecuada, falta de seguridad en el baño)
  • 3. Uso de calzado inadecuado.
  • 4. Polifarmacia: combinación de cuatro o más medicamentos prescritos.
Causas Precipitantes:
  • 1. Tropiezos y deslizamientos.
  • 2. Accidente cerebrovascular.
  • 3. Síncope.
  • 4. Mareo.
El resultado de análisis univariado de los diferentes estudios publicados para identificar los factores de riesgo para caídas realizados por la Sociedad Americana de Geriatría, Sociedad Británica de Geriatría y la  Academia Americana de Cirujanos Ortopedistas nos muestran en orden decreciente los siguientes factores con su RR-OR respectivo:
Debilidad de miembros inferiores  4.4;  historia de caídas  3.0;  alteración en la marcha y en el balance  2.9;  utilización de dispositivos de asistencia  2.6;  déficit visual  2.5;  artritis  2.4;  pérdida de actividades de la vida diaria  2.3;  depresión  2.2;  déficit cognitivo  1.8;  edad mayor de 80 años 1.7.
En resumen: Una caída no es causada usualmente por un factor único. La mayoría de las caídas en personas ancianas resultan de numerosas o complejas interacciones de factores intrínsecos (personales o del huésped), y factores extrínsecos (ambientales). En otras palabras, la probabilidad de caída o traumatismo por una caída es dependiente de las características que son peligros inherentes en individuos y en el ambiente, al igual que a cambios corporales por envejecimiento, enfermedad o medicamentos y cambios en los niveles de actividad.
EVALUACIÓN
Se constituye en el elemento fundamental para la toma de decisiones con respecto a futuras intervenciones e incluye:
  • 1. Historia Previa de Caídas.
  • 2. Uso de medicación.
  • 3. Déficit visual: agudeza visual, presencia de cataratas, disminución de la sensibilidad al contraste y de visión en profundidad.
  • 4. Presencia de hipotensión postural.
  • 5. Marcha y balance.
  • 6. Examen neurológico: cognición, propiocepción y fuerza muscular.
  • 7. Músculo esquelético: articulaciones y rango de movimiento de miembros inferiores, examen del pie.
  • 8. Cardiovascular: arritmias, sincope.
  • 9. Riesgos medioambientales.
¿Cuál es la evidencia disponible sobre las intervenciones para la prevención de caídas en las personas ancianas?
Intervenciones Beneficiosas:
  • 1. Instauración de programas de intervención y tamizaje multidisciplinarios y multifactoriales de los factores personales y ambientales en la comunidad para personas no seleccionadas de la tercera edad (RR 0.73 IC 95% 0.63-0.85) y para personas de tercera edad con antecedente de caídas o con la presencia de factores de riesgo conocidos (RR 0.86 IC 95% 0.76-0.98) y en los establecimientos de atención residencial o geriátricos (RR 0.6 IC 95% 0.5-0.73)
  • 2. Programa de fortalecimiento muscular y reentrenamiento de equilibrio, dictado individualmente en el hogar por un profesional de la salud capacitado (RR 0.8 IC 95% 0.66-0.98)
  • 3. Evaluación y modificación de riesgos en el hogar dictados profesionalmente para personas de la tercera edad con antecedente de caídas (RR 0.66 IC 95% 0.54-081)
  • 4. Retiro de fármacos psicotrópicos (RR 0.34 IC 95% 0.16-0.74)
  • 5. Estimulación cardiaca para las personas que sufren caídas con hipersensibilidad cardioinhibitoria del seno carotídeo.
  • 6. Una intervención de 15 semanas de ejercicio del grupo Tai Chi.
Intervenciones de efectividad desconocida
  • 1. Intervenciones de ejercicios llevadas a cabo en forma grupal.
  • 2. Entrenamiento para el fortalecimiento de extremidades inferiores.
  • 3. Administración de suplementos nutricionales.
  • 4. Administración de suplementos de vitamina D con o sin calcio.
  • 5. Modificación de peligros en el hogar en asociación con el asesoramiento para optimizar la medicación, o en asociación con un módulo educativo sobre ejercicios y reducción del riesgo de caídas.
  • 6. Terapia de reemplazo hormonal.
  • 7. Corrección de los defectos de visión.
  • 8. Modificación para riesgos en el hogar en personas sin antecedentes de caídas.
  • 9. Intervenciones bajo solo un abordaje cognitivo/conductual.
  • 10. Terapia farmacológica (raubasina-dihidroergocristina).
Intervenciones no beneficiosas
  • 1. Un andar enérgico en mujeres con antecedentes de fracturas de las extremidades superiores en los dos años anteriores.
RECOMENDACIONES
Canadian Task Force
  • Existe buena evidencia para referir a los pacientes ancianos a un programa de asistencia multidisciplinaria grupal luego de haber presentado caídas. 
  • Existe insuficiente evidencia que soporte incluir a los ancianos en un programa de evaluación y consejería para prevenir el riesgo de sufrir caídas en ancianos como parte del examen rutinario de cuidado de la salud en el anciano. 
  • Existe evidencia favorable que las ayudas de seguridad reducen la incidencia y severidad de las injurias en los ancianos. 
  • La evidencia es insuficiente para soportar la consejería a los pacientes y a sus familiares acerca de la disposición de medidas de seguridad en casa como son: instalación en casa de barandas en la escalera, en la tina de baño o el uso de telas no inflamables. 
  • La consejería puede ser incluida en el examen periódico del cuidado de la salud que se realice por otros motivos. 
American Academy of Family Physicians
  • Evaluación y modificación de los riesgos en el hogar en los pacientes con historia de caídas. 
  • Terapia física y ejercicio son recomendadas para prevenir caídas y los daños producidos por las mismas. 
  • Los pacientes deben recibir una evaluación multifactorial sobre riesgos e intervenciones como la estrategia con efectividad más consistente para prevenir caídas. )
  • Evaluación de las medicaciones que pueden incrementar el riesgo de caídas. 
  • Colocación de marcapasos de doble cámara para los pacientes con síndrome de seno carotídeo y síncope.
  • Colocación de protectores de cadera para los pacientes con alto riesgo de caídas institucionalizados. 
  • Pacientes con antecedente de caídas o con factores de riesgo para caídas deben ser incluidos dentro de una evaluación formal. 

Investigación sobre: Trastornos de personalidad en el anciano


Los Trastornos de la Personalidad se pueden definir como estructuras estables de comportamiento disfuncional que afectan diversas facetas de la vida del individuo, empeorando su funcionamiento y especialmente su forma de relación con los demás. Estos trastornos empeoran el pronóstico de cualquier enfermedad psiquiátrica, aumentando el riesgo de generar una incapacidad mantenida y encareciendo considerablemente los tratamientos. Por este motivo son cada vez más numerosos los estudios dedicados a este problema.
Sin embargo, los Trastornos de Personalidad en edades avanzadas continúa siendo un tema inexplorado, existiendo pocos estudios y resultados contradictorios. Esto se debe en parte a las grandes dificultades que existen a la hora de diagnosticar esta patología en ancianos, dado que no existen instrumentos diagnósticos ajustados por edades ni existen estudios longitudinales concluyentes. Además, los cambios en el funcionamiento social, la comorbilidad con otras enfermedades y el deterioro cognitivo que aparece a estas edades son factores difíciles de valorar y pueden generar confusiones a la hora del diagnóstico en el eje II.
A pesar de estas dificultades decidimos realizar un estudio con el objetivo de determinar la comorbilidad con eje I en pacientes diagnosticados de T. de Personalidad y hallar diferencias significativas entre población joven y anciana con ese diagnóstico.
MATERIAL Y MÉTODOS
De una muestra de 2.082 pacientes diagnosticados de T. de Personalidad mediante criterios DSM-IV, detectados a través de la Historia Clínica Informatizada «Sant Joan de Déu-Serveis de Salut Mental», 199 (9,55%) eran mayores de 65 años (grupo ancianos). El diseño del estudio se aproxima al típico de un registro de casos al incluir todos los casos detectados por nuestros servicios en una zona de captación geográfica y poblacionalmente bien delimitada. Así, se incluyeron todos los casos detectados en atención especializada comunitaria de la zona sur de Barcelona (Ciutat Vella) y de las poblaciones de El Prat, Gavà, Cornellà, Esplugues, Sant Joan Despí, Sant Just y la comarca del Garraf.
Estudiamos este grupo de ancianos comparándolo con el resto (grupo adultos) y exploramos cada grupo de edad por separado, examinando diferencias por sexo, clusters de personalidad predominantes, subtipos de personalidad más frecuentes, comorbilidad con eje I por grupo de edad y por clusters, así como grado de funcionalidad medido con el G.A.F. y consumo de recursos sanitarios. El estudio estadístico consistió en pruebas no paramétricas en modalidad de análisis univariante en aras a encontrar diferencias significativas entre ambos grupos.
RESULTADOS
En el grupo menor de 65 años (n = 1.883) encontramos que un 33,67% estaban diagnosticados de T. de Personalidad no especificado, un 37% presentaban un T. de Personalidad incluido en el cluster B, un 16% estaban incluidos en el cluster C y sólo el 13,27% pertenecían al cluster A. En el grupo mayor de 65 años (n = 199) un 44,22% pertenecían al cluster A, un 30,15% al cluster B, un 11,55% al cluster C y un 14% estaban diagnosticados como T.P. no especificado (figura 1). En cuanto a las diferencias por sexo encontramos un predominio de mujeres (55,3%) en el grupo de menor edad, mientras que en el grupo de mayores de 65 años predominaban los varones (58,8%).
En el grupo de adultos jóvenes un 33% tenía el T. de Personalidad como diagnóstico psiquiátrico principal, ocurriendo esto sólo en un 17,6% del grupo de mayor edad. En cuanto a la comorbilidad con eje I, encontramos que los diagnósticos más frecuentes en este eje en el grupo de menores de 65 años fueron los T. Afectivos (31,1%), T. de Ansiedad (15%), Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos (11,9%) y T. Adaptativos (11,6%), en cambio en el grupo de mayor edad fueron la Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos (43,2%), los T. Afectivos (26,6%) y los T. de Ansiedad (7,5%).
En el grupo de mayores de 65 años estudiamos también la comorbilidad con eje I en función de cada cluster de personalidad, encontrando los siguientes resultados (figura 2):
  1. En el conjunto de pacientes diagnosticados de T.P. no especificado predominaban los T. Afectivos (32,1%), los T. de Ansiedad (17,8%), los T. Adaptativos (14,2%) y la Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos (14,2%).
  2. Entre los pacientes incluidos en el cluster A predominaba de forma sorprendente la Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos (78,4%), seguido de los T. Afectivos (9,1%) y de las Demencias y otros trastornos mentales orgánicos (4,5%).
  3. El cluster B se asociaba con mayor frecuencia a los T. Afectivos (45%), a los T. Conversivos, Somatomorfos y Facticios (16,6%) y a la Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos (13,3%).
  4. El cluster C también se asociaba con gran frecuencia a los T. Afectivos (39%), seguido de la Esquizofrenia y otros t. psicóticos (21,7%) y de los T. de Ansiedad (17,4%).
En cuanto a los Trastornos específicos de Personalidad en función de la edad, encontramos que en el grupo de menores de 65 años los diagnósticos más frecuentes fueron el T. P. no especificado (33,67%), seguido del T. de Personalidad Histriónico (15,5%) y del T. de Personalidad Límite (15,24%). En cambio, en el grupo de mayores de 65 años lo más frecuente fue el T. de Personalidad Paranoide y el T. de Personalidad Histriónico (22,6% ambos), seguido del T. de Personalidad Esquizoide (16%) (figura 3). En la tabla I se observa que el grado de funcionalidad es menor en el grupo de mayor edad. También se observa que acuden con menor frecuencia a sus visitas ambulatorias pero tienen más ingresos hospitalarios en el grupo de mayores de 65 años.
DISCUSIÓN
Los resultados de nuestro estudio reflejan un predominio del cluster B y del T. de personalidad no especificado (probable cluster B si se hiciera una valoración más exhaustiva) en el grupo menor de 65 años, a diferencia de lo que ocurre en el grupo de mayores de 65 años entre los que predomina claramente el cluster A. Esta reducción del cluster B en ancianos apoya el trabajo de Eysenck de 1987 en el que postula que con la edad va apareciendo una disminución en el neuroticismo y la extraversión, así como un mayor control de los impulsos. El predominio del cluster A en ancianos coincide con los resultados obtenidos por Abrams y Horowitz en su trabajo «Personality Disorders After Age 50», contrastando con otros trabajos en los que se refleja un predominio del cluster C en ancianos. Según el citado trabajo de Abrams y Horowitz muchos diagnósticos de cluster C en ancianos pueden derivar de sintomatología depresiva subclínica, frecuente en las edades avanzadas en las que uno se enfrenta a estresores importantes como son la pérdida de la salud, de la autonomía y de sus relaciones.
Aparece un ligero predominio de varones en el grupo de ancianos, mientras que en el grupo de jóvenes predominan las mujeres. En estudios anteriores los resultados son contradictorios a este respecto, por lo que no parece muy valorable este resultado.
Un tercio del grupo de menor edad presenta el T. de Personalidad como diagnóstico psiquiátrico principal, mientras que en el grupo de mayores es sólo el 17,6%. Esto puede deberse a que están infradiagnosticados los T. de Personalidad en los ancianos, además de que al ser menos llamativas las conductas a estas edades no es frecuente que se lleve a una persona de esa edad a una consulta psiquiátrica si no existe sintomatología en el eje I añadida.
En el grupo menor de 65 años la comorbilidad más frecuente con el eje I se da con los T. Afectivos y los T. de Ansiedad, a diferencia de lo que encontramos en el grupo de ancianos entre los que predomina la Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos, seguido a distancia por los T. Afectivos. Esto puede deberse a que en ancianos con sintomatología psicótica negativa o residual el diagnóstico puede hacerse complicado, no siendo difícil confundirlo con T. de Personalidad de cluster A, más aún cuando el diagnóstico es clínico. Por otro lado, Christenson y Blazer en el año 84 ya describieron la frecuencia con que aparecen síntomas paranoides moderados en edades avanzadas, lo cual se acentúa aún más en pacientes ya diagnosticados en su juventud como T. de Personalidad de cluster A, llevando a veces al clínico a realizar el diagnóstico de Esquizofrenia de inicio tardío u otros trastornos psicóticos.
En el estudio de comorbilidad por clusters con eje I en mayores de 65 años, encontramos una asociación importante entre el cluster B, el cluster C y el T. de Personalidad no especificado con los T. Afectivos. El cluster A, sin embargo, presenta una elevadísima asociación con la Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos, pudiendo ser la explicación de este resultado la citada en el párrafo anterior. En menores de 65 años el T. de Personalidad no especificado es el que aparece con mayor frecuencia, seguido del T. Histriónico y Límite de Personalidad. En el grupo de ancianos el T. Paranoide y el Histriónico fueron los más frecuentes, seguidos del T. Esquizoide de Personalidad, resultados similares a los obtenidos por Abrams y Horowitz en el estudio citado anteriormente. Por las explicaciones expuestas a lo largo de este trabajo en cuanto a la reducción de los síntomas inmaduros de cluster B con la edad, así como la aparición de sintomatología extravagante en edades avanzadas, parece poco congruente una prevalencia tan alta de T. Histriónico de Personalidad en ancianos. Esto puede derivar de confundir las frecuentes y fundadas quejas somáticas de las personas ancianas, así como su búsqueda de afecto, con teatralidad, llamadas inmaduras de atención y demás síntomas de la personalidad histriónica. Es lógico el hallazgo de el nivel de funcionalidad en ancianos es menor y que por lo tanto provocan un mayor consumo de recursos sanitarios en forma de ingresos hospitalarios más frecuentes.
CONCLUSIONES
Como conclusión final diremos que la gran variabilidad existente entre los resultados de los estudios acerca de este tema, puede tener su origen en la falta de instrumentos válidos para el diagnóstico de los T. de la Personalidad en ancianos. Los instrumentos diseñados para poblaciones más jóvenes son claramente ineficaces cuando se aplican a este grupo de edad, en el que existen características peculiares, derivadas de unos estresores vitales continuos, de pérdidas en todos los ámbitos, etc.
Es a partir de estudios sobre normalidad en la personalidad del anciano, de donde se podrán generar instrumentos válidos para la valoración de los T. de Personalidad en ese grupo de edad